miércoles, 7 de enero de 2015

Dos consejos para prevenir enfermedades infecciosas sin estrés.

Ha llegado el invierno y con este, el incremento de las enfermedades respiratorias, entre ellas la más común, el  resfriado o gripe. Los cambios bruscos de temperatura, la lluvia que nos puede sorprender sin chubasquero, son factores ambientales que unidos a defectos en nuestra alimentación pueden contribuir a contraer una “buena” gripe, que además de provocarnos cefalea, malestar general y dolores articulares, tenga como protagonista el aumento de la temperatura corporal por encima de los 38 grados centígrados, es decir la llamada fiebre.

Por lo general ante un resfriado solemos beber algún analgésico, abrigarnos bien y lamentarnos por no haber salido con el chubasquero, pero ya es demasiado tarde, solo nos queda esperar a que los síntomas desaparezcan en aproximadamente 7 días.

Es curioso como no somos capaces de asociar nuestras enfermedades con algún evento que nos haya podido causar estrés suficiente como para que se resientan nuestros niveles de inmunidad, pero lo cierto es que se han relacionado ampliamente, episodios de gripe y estrés.

Me dirían que se vive con estrés, que el estrés nos persigue a todos sitios, pero en realidad, lo que más bien nos afecta es la falta de orden en la prioridad que le damos a nuestras vidas.

Aquellos problemas que van a poder ser resueltos a priori, porque contamos con los elementos humanos, materiales y sociales necesarios que su resolución  satisfactoria, son los que deben centrar nuestra atención. Dejar aparcados, aunque no olvidados todos aquellos problemas, que no van a poder ser resueltos de inmediato, que son en definitiva los que nos pueden aumentar la tensión del día a día y provocarnos el estrés suficiente para hacernos vulnerables al padecimiento de enfermedades, es lo más aconsejable. Vale también determinar si realmente un problema necesita ser resuelto por otras personas y no por nosotros mismos, porque podríamos realizar la entrega formal del mismo a quién le atañe y tendríamos un problema menos que solucionar.

Lo cierto es que tampoco podemos tener guardados en un cajón el resto de los problemas cotidianos, esto podría generar una dosis acumulativa de estrés, que se iría incrementando de forma directamente proporcional al tiempo en el cual, los mismos hayan quedado pendientes en espera de una adecuada solución.

La solución para no generar un estrés sobreañadido que realmente no necesitamos en absoluto, se encuentra dentro de nuestra mente, buscar posibles soluciones alternativas, superar nuestros temores, ser más competitivos, más tolerantes, nos puede llevar a una condición de bienestar para con nosotros mismos y favorecer la visión que tengan los demás de lo que somos y sobre todo de lo que seríamos capaces de hacer si nos lo propusiéramos responsablemente.

No debemos esperar para consumir cítricos a que la gripe nos sorprenda, esto nos ayudará a mejorar con prontitud, pero no evitará la infección, como tampoco es conveniente esperar a que otros resuelvan los problemas que por alguna razón hemos generado con nuestra conducta o se nos ha presentado ajenos a nuestra voluntad. Culpar a otras personas de cómo nos va en la vida, no nos ayudará a que la misma mejore, debemos generar ideas y sobre todo ponerlas en práctica, ya que además de provocarnos una gran satisfacción personal y reportarnos algún beneficio espiritual y económico, nos alejarán de las enfermedades y nos acercarán más al camino del éxito, sin olvidar que nada en la vida se logra sin una buena dosis de sacrificio.

Quiero mostrarles dos sencillos ejercicios, para mejorar el estado de la inmunidad frente a las infecciones:

Primero: No buscar donde no hay, si no tenemos algo, podemos sustituirlo por otra cosa.

Ejemplo: Queremos pintar el salón, pero solo tenemos pintura blanca y nos gustaría que fuera salmón, el precio de la pintura salmón no es asequible y la tienda donde podemos encontrar colorante color salmón está a 50 kms de casa, de pronto nos preguntamos que hacer, sin estresarnos. La solución está en pintar el salón de blanco y amarlo tal y como es. Seguiremos deseando el color salmón, pero nos sentiremos sencillamente bien, porque nuestro salón estará recién pintado y quien sabe, si el color salmón deja de estar de moda y hasta nos alegramos más que nunca de que nuestro salón sea totalmente blanco y combinable con decoración de múltiples colores.

Segundo: Planificar sin excesos.

Ejemplo: Queremos hacer un viaje a un sitio que nos gusta mucho y como los precios de los billetes han bajado, luego de la navidad, nos disponemos a comprar uno, para viajar en noviembre desde enero. Hacemos clic en una página web de ofertas de viajes todo incluido, nos despedimos de los euros que nos ha costado el billete y… ¿nos quedamos tranquilos?, ¿tenemos sensación de seguridad, porque ya tenemos “seguro” nuestro tan deseado viaje? Por lo general ocurre todo lo contrario y vivimos casi 10 meses, preguntándonos si podremos viajar, si el clima nos lo permitirá, si tendremos vacaciones para la fecha prevista de viaje, nada mejor para estresarnos de forma continua y mantenida en el tiempo y predisponernos irremediablemente a enfermedades infecciosas. Luego nos damos cuenta en julio, que ya hemos ido al sitio que hemos escogido y que por mucho que nos guste sería mejor ir a otro lugar o quedarnos en la ciudad donde vivimos, porque simplemente nos apetece más.

El estrés a la orden del día, nos sobrecoge e inoportuna, porque hemos planificado un viaje que ni siquiera podríamos saber si al final querríamos o no realizar por múltiples factores.

Si tenemos la certeza de que vamos a estar a gusto con nosotros mismos, el lugar a donde vayamos o donde estemos ahora, no tienen la menor importancia, porque seríamos felices de cualquier modo.

Estos sencillos ejemplos pueden marcar la diferencia entre estar enfermos y continuar saludables.

                                                                 






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